Aislados pero sosteniendo la esperanza del bien común.
Necesitamos un Estado presente, pero no paternalista.
Lic. Graciela E. Salazar
Presidente Coop. Generar
Los trabajadores sociales también estamos aprendiendo en esta crisis sin registros previos; entrenados para intervenir en emergencias, pero ninguna de esta magnitud global y globalizada. Si nos equivocamos, si no atendemos nuestro juego sumaremos al Coronavirus (COVID 19), múltiples estallidos sociales y efectos colaterales de inmedibles consecuencias para la vida en comunidad.
Es un evento social y masivo que traspasó toda estratificación de clases sociales, horizantalizó la vulnerabilidad, afectando especialmente al sector hoy de más riesgo, la clase media empobrecida. Somos los que necesitamos seguir brindando servicios comunitarios básicos o en los servicios como hospitales, comedores, centros de atención, en organizaciones comunitarias o en la articulación entre lo público y lo privado. También integramos el grupo de trabajadores independientes, condicionados por facturaciones, sin acceso a subsidios complementarios, con baja capacidad de ahorro.
“Aislamiento Social Preventivo”; intentemos sacar de esta frase la palabra social. Solo aislamiento preventivo; porque lo social tiene que seguir funcionando en todas sus dimensiones. Nos aislamos del contacto masivo y público, pero a nivel intra familiar seguimos interactuando (con las bonanzas y disrupciones magnificadas).Nos aislamos de deambular por las calles, pero seguimos comiendo, comprando remedios, cambiando drásticamente nuestro modo de producir y trabajar, reinventando nuestros hábitos.
Lo sistemas sociales funcionan como un todo organizado, pero a la vez interdependientes y estrechamente vinculados para llegar a resultados que hoy imponen la utopía del bien común como premisa innegociable y estratégica. Un bien común humanizado donde ninguna persona sea descartable.
De pronto una situación extraordinaria como esta pandemia cambió radicalmente nuestro sistema social de funcionamiento. Normalizar lo cotidiano será una construcción colectiva cargada de contradicciones: estar aislados pero conectados, moderar los miedos pero bombardeados de la mediatización de la información en las redes, entrenándonos en la habilidad y los criterios para distinguir la Info de calidad y la sensacionalista, para encontrarle una vuelta al teletrabajo que nos permite seguir funcionando y atender los sectores que hoy quedaron excluidos de las posibilidades de subsistencia con sus propios ingresos, cuentapropistas y trabajadores eventuales.
Quizás un nuevo rol de lo social pasa por reinventar las redes de convivencia, por ejemplo la desconfianza colectiva y el miedo, sin lugar a dudas harán que rápidamente el sistema de salud colapse.
Nos toca animarnos a re significar iniciativas ya probadas de organización comunitaria y autogestión vecinal; aplicar técnicas que permitan hacer amigable el aislamiento, sobre todo para quienes tienen vulnerado su derecho a un habitad digno o conviven en condiciones de hacinamiento y sin agua segura; intensificar las acciones y alertas tempranas para disminuir el impacto de la violencia ya instalada, impulsar redes de seguridad humana para gestionar el autocuidado de los más vulnerables, animar a respetar y cumplir las indicaciones de los comunicados oficiales aplicando técnicas de educación popular y de aprendizajes colaborativos.
Necesitamos un Estado Presente, pero no paternalista y esto se logra cuando cada cual atiende su juego, hace y ofrece lo que mejor sabe hacer. El rol de los demás subsistemas es poner recursos y saberes a disposición.
Claramente en esta ocasión el sistema de salud está en la primera línea de la trinchera, la prioridad es salvar vida y salvarlas cuidando sus recursos humanos (médicos – enfermeras – personal de la salud). Necesitamos confiar en que se están tomando las mejores decisiones para el bien colectivo. Confiar que, aunque las medidas demoren en ser comunicadas o incluso implementadas, hay un plan estratégico y que ese plan es la mejor opción como política pública.
Alrededor de este primer sistema vital, nos ubicamos todos los otros subsistemas, imprescindibles para garantizar el engranaje de la red de convivencia, pero realizando acciones complementarias que no entorpezcan y hagan colapsar el principal sistema que es el biológico. Necesitamos Liderazgos claros y confiables, en el ESTADO, el sector privado, el académico y en las organizaciones sociales.
Las Organizaciones sociales son el capital de confianza de los países, un voluntariado activo y operante, creativo y movilizado hoy está presente como en cada situación de emergencia. En este contexto se renueva el rol de la Iglesia y de los espacios intereclesiales e interreligiosos, ya trascendieron la doctrina y espiritualidad. No solo están iluminando la esperanza desde la Fe, sino también conteniendo a quienes desbordan de angustia, innovando respuestas litúrgicas en los hogares, posibilitando encuentros de familia, animando la fraternidad, recreando instituciones a veces burocratizadas y dando paso a la esencia de su misión humanitaria.
También necesitamos en este sector, un líder confiable que haga que las múltiples ideas que surgieron de estos sectores se amalgamen en el mismo engranaje. Que las propuesta sean viables y generosas, que se construyan colectivamente, que no desorden. Que les permita cuidarse a sí mismo y que nos cuiden, la maravillosa solidaridad no da inmunidad.
Reconstruir las redes comunitarias, también involucra al sector académico, haciendo lo que mejor sabe hacer, poner sus científicos, investigadores y técnicos a disposición del engranaje principal, la salud pública y de todos los otros subsistemas: trabajo, producción, contención sicológica y social quien antes de la pandemia eran vulnerable, ahora están desbastados, agobiados y con miedo.
No es momento de innovación de proyectos no probados, validados y certificados hoy no son viables. No pueden, ni deben ser probados en las personas que queremos salvar.
Reactivar la economía del día después empieza ya, no dentro de tres meses. Tenemos que diseñar las estrategias de vuelta al trabajo o urgentes nuevas lógicas de modelos de empleo y empleabilidad, no sabemos el tiempo de la emergencia, un trabajo rediseñado para una economía más humana y sustentable.
Resulta totalmente inviable mantener la dicotomía “salud o economía”. Darle al sector privado el único rol de aportar recursos por medio de más impuestos, es privarnos de las exigencias del desarrollo sostenido.
Otra economía es posible, tiene que serlo, si no lo es por solidaridad, lo es por supervivencia.
La utopía del bien común , en un nuevo orden, también pasa por dar al sector privado la oportunidad de hacer lo que mejor saben hacer, generar riquezas, impulsar y sostener puestos de trabajo, pagar a proveedores para que el subsistema y toda la cadena de valor movilice las finanzas y los ingresos. Tienen capacidad crítica para reaccionar rápidamente en la incertidumbre. Urge que por medio de sus asociaciones diseñen propuestas que permitan rápidamente migrar a un nuevo modelo de desarrollo sustentable, pero que en el corto plazo contemple con eficacia y resultados medibles, las respuestas impuestas por la emergencia económica, social, ambiental y sanitaria de manera simultánea.
Nos toca articular actores y sectores, diseñar, innovar y amalgamar planes, programas, proyectos , que no se superpongan en la práctica, que afiancen el rol del Estado como último garante de las politicas públicas sociales y de las inversiones auditables y trasparentes que impacten con equidad en calidad de vida.
Responsabilidad, Confianza y solidaridad orgánica y organizada y aportando en la tensión de estar aislados pero unidos en un mismo objetivo es sin lugar a dudas la mejor opción para salvarnos.
Publicado en Colegio de Trabajo Social de Tucumán: https://drive.google.com/file/d/1VOXigJfB0ljg0Pk2liG_CIj4TT4-CXDZ/view